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A los maestros: palabras de estudiantes

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Seis estudiantes de la licenciatura en pedagogía de la Universidad de Colima, del sexto semestre grupo A, accedieron a compartir una reflexión, algunas palabras sobre la docencia y los buenos maestros, los avatares del ejercicio pedagógico, la incomprensión que a veces lo rodea y los perennes resultados que produce. Le cedo la palabra a Paty Calvillo, Martín Moya, Cristi Márquez, Monserrath López, Neltzy Rosas y Karolina Ávila. Suscribo con ellos el ánimo festivo por el Día del Maestro, sin olvidar jamás que cualquiera puede dar clases, pero no cualquiera es una buena educadora, un buen maestro.

No sé porque en un día se felicita o agradece a aquellas personas que acompañan a nuestros hijos, hermanos, sobrinos o primos en su proceso de enseñanza. Creo que siempre debemos ser agradecidos todos los días, pienso que también es una buena forma de dar las gracias cada día a los maestros apoyando a nuestros hijos en su formación académica. Algunas personas califican a esta profesión como muy mala porque se basan en el aspecto económico y el tiempo dedicado; sin embargo, es una profesión excepcional, porque la recompensa emocional es incomparable.

Los maestros nos hacen mejores personas y nos ayudan a ver el mundo de manera diferente. No encuentro una profesión que tenga mayor deseo de ayudar a crecer a los demás que el maestro, por eso debemos agradecerles siempre, porque todos nos han ayudado en cada etapa de nuestra vida a ir avanzando y siendo cada día menos imperfectos. Un buen maestro no se limita a enseñar los contenidos de su clase, se preocupa porque sus alumnos lleguen a ser cada día personas íntegras.

El buen maestro no solo es la persona que se para al frente de un grupo e imparte una clase; aprende a conocer a sus alumnos y escucha con atención las dificultades que tienen para aprender. Se debe tener un corazón muy grande y una pasión por ser maestro, ya que está profesión no solo implica dedicación, también gran responsabilidad por formar personas para las cuales su principal guía es su maestro, y del cual esperan adquirir experiencias valiosas para la vida.

Un buen maestro es aquella persona capaz de transportar los conocimientos de sus estudiantes más allá de la teoría, llevarlos a la imaginación de cada uno para que sean puestos en práctica; es un ser empático que propicia la superación de los comentarios negativos que se presenten dentro y fuera del aula; es motivación para aquellos que no encuentran su camino; es confianza, porque incita a compartir dudas sobre las temáticas de clase o de la vida; es paciencia, porque a pesar de todas las cosas buenas y malas que se presenten en su día siempre estará ahí para sus estudiantes. Estas y más cualidades definen a un buen maestro; en definitiva, quien deja huella en nuestro corazones.

Ser docente implica un sin fin de actividades a largo, corto y mediano plazos. Estas son retos que un buen docente se pone como meta para llevar a sus estudiantes de la mano en todo su proceso de enseñanza y cumplir con un solo objetivo: formar personas o profesionistas capaces de crecer y de tener una visión. Ser docente es una gran responsabilidad, pero al hacerlo con cariño y vocación esa responsabilidad se convierte en premio, como ser puntuales, enseñar, inculcar, respetar, compartir conocimientos, formar habilidades, entre otros grandes aspectos más que hablan bien del docente y su ejemplo. Compartir conocimiento a los demás no te hace pobre, al contrario, te enriquece, crecen juntos y siempre tienes algo que aprender; ser docente no significa que no podamos aprender más de los alumnos, al contrario es unir conocimientos y experiencias para ser mejores.

Hace algunos días, platiqué con un maestro y le comenté que estudiaba pedagogía; me preguntó si me gustaba la docencia. No dudé en responderle que sí tomando en cuenta el buen sabor de boca por las diversas prácticas en la Facultad. Después preguntó por qué me gustaba; expliqué algunos aspectos como los que ya se han mencionado, entonces me contestó que le agradaba que pensara así, que esperaba que esas intenciones no se apagaran si algún día llegaba a ser docente. Al momento de finalizar nuestra platica, me aconsejó: “si tú quieres ser maestra por una remuneración económica o material, la docencia no es para ti, pero si tú quieres ser maestro para involucrarte con la comunidad, regalarle algo de tu aprendizaje a los demás y cambiar los rumbos de vida de determinadas personas, si tú vas a hacer las cosas sin esperar un reconocimiento, premios, etcétera, entonces la docencia si es para ti”.

Entendí la labor trascendente que los maestros tienen y que a pesar de que algún día estén cansados, hayan empezado con el pie izquierdo, tengan problemas en casa, siempre estan ahí dándonos buena cara, brindándonos su conocimiento, dando lo mejor de ellos en las aulas. Por ello, damos las gracias a los maestros que nos van forjando, colocando su granito de arena en lo ético y lo académico. Sin ustedes, los maestros, no seríamos lo que somos.

 

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