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Paulo Freire en Colima

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

El viernes anterior el Consejo Técnico de la Facultad de Pedagogía aprobó el programa de festejos por los 35 años del plantel; también decidió el nombre de la persona homenajeada en la ocasión: Paulo Freire.

Habitualmente los elegidos habían sido personajes relevantes en la vida de la primera facultad universitaria de Colima, pero esta vez fue distinto: el lugar central lo ocupará el educador más trascendente de la pedagogía latinoamericana y uno de los principales en la historia mundial del campo educativo.

A Paulo se le lee poco y mal, porque no está en el currículum y porque se leen solo sus obras iniciales, cuando ocurre. Su ausencia del currículum no es producto de una oscura confabulación neoliberal: está excluido porque quienes diseñamos los planes de estudios, los maestros, no lo incorporamos, porque no está en nuestros marcos de pensamiento, porque se le juzga obsoleto o choca con los conceptos en boga, como excelencia o competitividad.

Cuando se pregunta hoy por Freire siempre hay una referencia a la mano: Pedagogía del oprimido, libro escrito en la década de 1960, pero que luego fue revisado por el propio autor, quien aportaría en las décadas siguientes otras obras fundamentales para los educadores.

Paulo Freire debió venir a Colima en 1997 para recibir el doctorado honoris causa. Ya lo había aceptado y cuando preparábamos la visita ocurrió un accidente doméstico y posteriormente su fallecimiento. Nos quedamos con el hueco y la tristeza. Habríamos sido la única universidad mexicana que le concediera el alto honor, pese a sus aportaciones en el campo de la educación de adultos.

En 2007, conmemorando diez años de su partida, con la UNAM, la UPN Unidad Ajusco y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México organizamos un seminario con invitados excepcionales de España y Brasil, y vivimos jornadas memorables, un día en cada institución y dos en Colima. De nuevo, 12 años después, Paulo estará sentado entre nosotros con su obra, luchas y convicciones.

Celebro la decisión del máximo órgano de autoridad de la Facultad de Pedagogía. Creo que no habría mejor forma de reconocer a quien más hizo por la educación en el continente, especialmente por los más pobres, a quienes llamó “los desharrapados de la tierra”.

Será una inmejorable manera de distinguir los festejos por estos 35 años de la facultad primigenia en la Universidad de Colima. Ocasión inmejorable para leerlo y releerlo, para examinarlo a la luz de una América Latina convulsionada, moderna en sectores, pero tremendamente injusta, empobrecida y con democracias frágiles.

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