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Pandemia y violencia

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Al margen de la fatídica contabilidad de infectados y fallecimientos, o los desastres económicos que provocó en muchas familias, la pandemia transformó hábitos íntimos y de convivencia social.

Dos años con precauciones, con más o menos medidas de seguridad para protegernos, con otras formas de diversión, ejercicio o educación, podrían dejarnos algunas buenas cuentas en la salud física y mental.

La ola de violencia que vivimos en Colima está forzándonos a otros hábitos de cuidado. Al despedirme ayer de dos personas en contextos diferentes me repitieron la frase: ¡cuídese! Aludían al peligro en las calles.

El miedo se palpa, la realidad se conversa. Mi hijo a veces trae a la mesa comentarios del grupo de clase o los amigos sobre las balaceras. Nos cuenta que ya les explicaron qué hacer en caso de escuchar disparos cerca de la escuela.

En la tienda de abarrotes la tensión se escucha: excepto el encargado que saluda y despide efusivo, la gente calla, a veces nos observamos con desconfianza, rehuimos miradas. Un cartel en la entrada recuerda que la hora de cierre se adelantó.

En los semáforos, los casi siempre imprudentes motociclistas pasan veloces al lado, y uno respira de nuevo cuando se van.

Pandemia y violencia sacuden conductas y examinan nuestras creencias. Más que con la pandemia, las calles donde habito se quedan solas temprano y se llenan de gente más tarde por la mañana. La mitad del día los hechos violentos nos recluyen mejor que el coronavirus.

Nuestro largo encierro, intermitente con la pandemia, recrudecido en estas horas, amenaza la tranquilidad, nos invita, de nuevo, a valorar las pequeñas cosas que hacen la vida, como caminar las calles sin riesgos, abrazarnos cuando sea preciso o mirar a la gente sin temores.

Nos ofrece la oportunidad de valorar el bien supremo: la vida sana y feliz todo lo posible.

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