Sólo concibo la escritura preñada de emociones. La escritura como ejercicio de libertad y creatividad, así caiga en un terreno árido, como un ensayo técnico o el reporte de investigación.

Fueron emociones las que impulsaron los primeros párrafos que escribí sin pretensiones de publicarse; pero con necesidad de expresión y soltar amarras sin destino.

Fueron emociones, muchas, las que condujeron a escribir aquella antigua crónica del concierto de Silvio Rodríguez en el Palacio de los Deportes, en la hoy ciudad de México. Después, menos caliente por el momento, pensé que podría buscar un medio donde publicarlo, y lo encontré en Cartapacios, un suplemento cultural entrañable en el mundo cultural impreso de Colima.

Habrá distintos motivos para no escribir con constancia: urgencias laborales, presiones cotidianas, compromisos domésticos, cansancio, desaliento… pero en el fondo, o en la superficie, aparece siempre la emoción: la falta o su presencia.

Son las emociones el manantial de las palabras.