Hace unos días registré en este Cuaderno mi paseo por el espectáculo de la inteligencia, a propósito de la lectura del libro más reciente de Edgar Morin.

Hoy, luego del exhaustivo trabajo de calificar tareas escolares no siempre preparadas con seriedad, quise escapar del tedio y abrí las páginas finales de Lecciones de un siglo de vida.

Confirmo mis juicios sobre el privilegio de leer a Morin, al mismo tiempo, mi convicción de que su lectura podría ser materia obligada en el hoy improbable examen de admisión de quienes pretenden ser políticos profesionales y gobernar un país, estado, municipio o el pueblo más pequeño.

Leyendo a Edgar Morin mucho podrían aprender los deseosos de “servir al pueblo”. Y si leen este libro (no pido que lean los varios tomos de El método), quizá alguno sea tocado en su sensibilidad y, quizá ganemos uno, aunque sea sólo un buen gobernante o legislador. No es mucho, pero como van las cosas, podría ser la señal de que no está todo perdido y podemos dejar abierta una puertita a la esperanza.

Los “Mementos” finales del libro son un compendio de ideas para discutir en grupo o reflexionar en soledad. Por ejemplo:
– “Vivir es navegar en un océano de incertidumbres abasteciéndose en islas de certezas”.
– “Ninguna conquista histórica es irreversible”.
– “La eliminación total del riesgo conduce a la eliminación total de la vida”.
– “Los que no tienen odio escapan de la demencia”. Aquí, lo confieso sin pudor, la imagen que me vino a la cabeza es la de quienes hoy pregonan que están transformando al país, desde un discurso de odio y aniquilación del diferente.
– “Habría que buscar una vacuna contra la rabia específicamente humana…”

Ha sido un placer enorme disfrutar las páginas escritas desde la apacible y lúcida vejez del pensador inconformista.