Esta mañana leo las páginas finales de Educar mejor. Once conversaciones para acompañar a familias y maestros, de Carles Capdevila. Dejo para un momento plácido la última entrevista: Francesco Tonucci, pedagogo y dibujante italiano, celebridad sin par, creador del proyecto global “La ciudad de los niños”.

La última anotación me conduce a nuestros paisajes. Afirma: “Todos los gobiernos sienten que tienen el deber de hacer una reforma educativa. En Italia no sé si hemos pasado por diez o quince. Estas reformas lo han cambiado todo unas cuantas veces: programas, libros de texto, disciplinas, horarios, la arquitectura de la escuela… Lo han cambiado todo, y lo único que ha quedado intacto ha sido la escuela”.

En la cabeza resumo y repito: con las reformas educativas todo ha cambiado, menos la escuela.

Todo, menos la escuela.

¿Será ese también el destino de la reforma que impulsa a trompicones el gobierno federal?

¿Cambiar todo, para que, en donde se concretan las prácticas, siga ocurriendo lo mismo?

¿Será que una tumba abierta espera adormilada en el panteón de las reformas estériles?