Domingo. El vientecillo fresco entra en el departamento de ventanas abiertas. Las olas del mar, a 200 metros, resuenan tímidas. Cuando se levanta al baño Juan Carlos dice: el aire huele a frío. Todos despertaron temprano, a pesar de la noche de desvelo y cansancio.

En la sala los niños juegan sin estruendos, cada cual con sus juguetes, espalda con espalda; les escucho y con frecuencia me distraen de la lectura. Entonces, pauso mi actividad, levanto los ojos del libro, bebo la taza del café amargo, ya semifrío. Observo resignado el desorden a la vista. Sonrío con un poco de envidia.

Vuelvo a mi lectura cuando Juan Carlos elige un juego de Star Wars en el teléfono de su mamá. Con la música se abre un silencio fugaz. Él explica a su hermana, regreso a mis páginas. Para que la vida tenga sentido no hace falta demasiado. Aquí lo tengo todo.

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Fernando Savater propone una pregunta digna de debate público entre candidatos al gobierno del estado. O a cualquier puesto de elección popular: “¿Puede usted decirme ahora que políticos admira y qué modelos le parecen dignos de imitación?”.

Con esa pregunta un buen grupo de ciudadanos -quiero ser muy optimista- ya podríamos tener resuelto el doble interrogante de estos tiempos electorales: ¿a quién votar y a cuáles botar?