El insomnio me despertó cuando el día contaba pocos minutos. Me revolví en la cama inútilmente. Resignado, abrí el iPad y empecé a leer. Me topé con el último texto escrito por Albert Camus, hace 55 años, publicado una semana antes de su muerte. Es una entrevista publicada en Buenos Aires, en la revista Reconstruir, sobre los acontecimientos internacionales en aquella época, la Guerra Fría. La revista envió las preguntas a distintas personalidades mundiales en diciembre del 59. La primera en llegar a Buenos Aires fue la de Camus, el día 29.

Su primera respuesta es corta, contundentemente breve. Le preguntaron su opinión sobre las entrevistas que tenían los presidentes de los Estados Unidos y la URSS, y si auguraban una salida a la división del mundo en dos grandes bloques. Camus respondió: “No, el poder vuelve loco al que lo tiene”.

Le interrogaron sobre la conquista del espacio: “¿Valora positivamente la sensación de mucha gente que piensa que sería mejor emplear en tierra las enormes sumas gastadas en cohetes y satélites, para remediar, por ejemplo, la desnutrición crónica de amplias regiones del planeta?” Contestó:

La ciencia progresa tanto para mal como para bien. No se puede hacer nada. Pero lo menos que se puede decir, ante realizaciones técnicamente magníficas y políticamente abyectas, es que no hay nada de lo que vanagloriarse o alegrarse.

¿Y el futuro de la humanidad, qué hacemos para conseguir uno mejor?

Breve, sabiamente breve: “Dar, cuando se pueda. Y no odiar, si se puede”.

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Apago la luz dispuesto a dormir. Reflexiono en la primera respuesta, repetida ene veces: el poder vuelve loco al que lo tiene. Agrego: entre más imbécil sea el poseedor, más brutalmente enloquece y daña a los demás.