He pasado horas divertidas (y reflexivas, si permiten al atisbo de fatuidad), leyendo a Max Aub y su libro Aforismos en el laberinto.

La bienvenida es estupenda, con el prólogo de José Antonio Marina. Luego, el escritor multinacional, de padres alemán y francesa, nacido en París, español por residencia y mexicano por elección, desgrana su lucidez.

Es ideal para momentos tranquilos, o cuando necesitamos detener un poco la marcha para mirar con otros ojos el paisaje natural o citadino y de nuestra vida. 

Les dejo unos trozos de su genio, inigualable forma de convidarles a su lectura.

La libertad no hace felices a los hombres. Los hace, simplemente, hombres.

Cuanto más se trabaja, menos se piensa: que el cansancio sólo produce sueño. El trabajo es el opio de los pueblos.

No hay nada peor que la costumbre. El hábito de mirar y de ver siempre lo mismo embota el entendimiento. Lo saben los dictadores, y machacan, machacan.

Los que teniendo voz callan, no son hombres.

Para mí, un intelectual es aquel para quien los problemas políticos, son, ante todo, problemas morales.

La injusticia es la justicia de los pobres.

Porque creo en el hombre, en el hombre de carne, hueso y libertad, soy optimista. Pasará lo que tiene que pasar, pero el mundo no se salvará por comunista o capitalista, sino por humano.

No, lo que a mí me gusta es andar de aquí para allá, y entrar, y salir, y decir lo que me dé la gana. Tal vez eso no sea la libertad —teóricamente—, pero, para mí, se le parece bastante.