El fin de semana desperté sin ánimos para visitar la Feria Internacional del Libro. No perderé nada, dije. Mariana Belén pensaba distinto y vino a mí con determinación:
-¿Por qué no vamos a ir a la FIL? ¡Ya lo habíamos acordado!
Además, remató, siempre vamos. Para sumar adeptos, preguntó:
-¿Juan, verdad que tú también quieres ir a la FIL?
El hermano, absorto en Dipper y Gravity Falls, la miró con desinterés y respondió interrogativo:
-¿Y qué es la FIL?
-¡Cómo que qué es! Pues la Feria del Libro en Guadalajara.
-Ah, sí, vamos.
Así, emprendimos un viaje que para mí era prescindible, de no haber sido convencido tan fácilmente.
La cosecha fue magra en cantidad pero afortunada en calidad. Quería algunos libros; no estaban o no busqué correctamente, pero regresé con América Latina, entre la desigualdad y la esperanza, de Pablo Gentili. Era el número 1 de mi lista.
Quería una novela de Houellebecq y no la encontré; la cambié por un libro de relatos de Irvine Welsh: Si te gustó la escuela, te encantará el trabajo.
Con la recomendación de Milan Kundera compré Don Camaleón, de Curzio Malaparte. Espero que sea tan convincente como la publicidad.
Finalmente, una obra reunida post mortem de Paulo Freire: Pedagogía de los sueños posibles. Por qué docentes y alumnos necesitan reinventarse en cada momento de la historia. No sabía de su existencia, y solo por ella habría valido la pena. Pesqué algunos otros libros, caza menor
Ya les contaré de mis andanzas por sus páginas. O no.
arthur edwards
Mi hijo, David, va año can año al FIL. Nunca falta…siempre muy motivado y siempre regresa con su tesoro de 2 o 3 libros. El FIL es un premio a la lectura que se debe dar a todo jóven. Que que manos a la obra, papá!