Diario 2019

Confesiones

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Cuando tengo suerte, como hoy, comienzo los preparativos de mi artículo periodístico desde el viernes al terminar la jornada laboral. El artículo lo envío el domingo, pero por la mañana de ese día debe estar listo para las dos o tres revisiones que acostumbro. Los temas a veces no se deciden por distintas razones: exceso de la rutina laboral, ausencia de asuntos públicos interesantes, bloqueo personal… En estas semanas abundan, y la duda se invierte: ¿de qué escribo, con tantos motivos en la mesa?

Una muestra de la diversidad del menú que aguarda en estos días: el paro de los maestros de la Sección 39 del SNTE en Colima, la campaña que lanzó ayer el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, la situación del atraso en los pagos de la Universidad, los anuncios del nuevo gobierno federal sobre la cuarta transformación en el campo educativo, la demanda de los maestros de inglés para atender su situación precaria…

En otro orden, más personal, tengo varios asuntos: el inicio del siguiente semestre escolar en la Universidad y mi retorno a la docencia, la investigación que desarrollo en escuelas de Colima, la presentación de mi nuevo libro, en fin. El menú es amplio. Y mejor que no tenerlo.

Elegí ya. Hablaré de la condición de los maestros de Colima a partir de la declaración de que en Colima no puede haber maestros de primera y de segunda. Estoy absolutamente de acuerdo. No debe haber maestros de segunda y de primera; todos han de ser de primera, pagárseles como tal y exigírselas así. No comparto ahora lo que escribiré, ya lo haré el domingo por la noche.

Como la escuela es tema permanente, las sombras no me abandonan. Una exalumna y hoy colega me cuenta las desgracias que vive una escuela en Cofradía de Ostula, Michoacán. Según las notas periodísticas, un grupo de padres de familia fueron encadenados (ya libres) por tratar de evitar el cierre de la primaria bilingüe Benito Juárez. Las ordenes fueron, presuntamente, de la autoridad comunal de Santa María de Ostula; los ejecutores, policías comunitarios. ¿Habrá algo más que agregar a estas atrocidades?

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