El viernes era un día distinto en las oficinas de la Dirección del INEE en Colima. Solíamos reunirnos para revisar avances o planear los primeros días de la siguiente. Además, la salida se adelantaba y comenzaba nuestro descanso, que a veces no existía, porque teníamos actividades sábado y domingo.
Hoy fue diferente. Viernes de contrastes. Por la mañana tuvimos reunión con el secretario de Educación y la Subdirección de Evaluación, para entregar constancias de un curso a varios colaboradores de la Secretaría y de nuestra Dirección. Encuentro muy emotivo, de reconocimientos y agradecimientos personales e institucionales.
El retorno a la oficina fue inusual; comenzar la tarea de desmontar la oficina me volvió pesadas las piernas mientras subía la escalera. Es el último viernes que pasamos juntos los cinco compañeros; ganó la tristeza y la nostalgia, pero también la rabia y la esperanza.
Si habíamos tenido un sube y baja emocional inquietante desde el 12 de diciembre, y posteriores días aciagos, hoy fue el más duro, la constatación de que, más que nunca, las horas se agotaron y cerramos un ciclo inolvidable. Hoy no pude cumplir mi horario laboral; una nube ensombreció las emociones y salí huyendo antes del aguacero. El fin de semana tal vez salga de nuevo el sol.
Ánimo maestro! Eres de buen temple, inquebrantable en cuanto a tus metas. Toda experiencia te servirá y la reflexión que indudablemente harás te hará todavía más invaluable!
Gracias, estimado Arthur. Todo eso no lo dudes.
Un abrazo afectuoso.
Juan Carlos, qué esperanza hay
Hola Javier:
¡Buenos días! ¿Esperanza de qué: de conservar el Instituto o nuestras direcciones? Lo de las entidades ya está definido; la sobrevivencia del Instituto, tal cual, la veo improbable.
Saludos.