Se nos está volviendo costumbre infeliz lamentarnos e irritarnos por una mujer muerta cada semana, aunque asesinan a más.
Si la muerte de adultas o adolescentes no valen menos en el ranking de la indignación, la de una niña de siete años, sustraída en las puertas de su escuela, rebasa cualquier límite, por la atrocidad y las complacencias.
Las políticas de seguridad siguen sin ofrecernos resultados palpables en hechos y estadísticas. Los besos, abrazos y reprimendas maternas podrían funcionar en la tierra de los ositos cariñositos, pero en la realidad, los distintos órdenes de gobierno están superados.
Por ahora, desde la ignorancia en la materia, no vislumbro la salida, porque ni siquiera se aceptan los problemas y consecuencias, que no son abstracciones, sino muertes dolorosas que se acumulan sin cesar.
Balvanero
Que terrible realidad, no alcanza uno a comprender por qué, pero es necesaria la reflexión para implementar lo que sea necesario para que dejen de suceder estás muertes, y otras…