Este mañana pasé dos horas gratas en el campus central de la Universidad de Colima. En el marco de las Jornadas Académicas asistí al conversatorio sobre el Marco Curricular Común para la Educación Media Superior de la SEP. Lo encabezó el director general de Educación Media Superior, y estuvieron presentes un respetable grupo de profesores y directivos de los bachilleratos.

Mi interés por el asunto se explica por el pasado y futuro. Por mi paso en la dirección de los bachilleratos de la Universidad y las preocupaciones sobre el porvenir de un tipo educativo que debería ser universal en México (y Colima), pero se encuentra muuuuy lejos de lograrlo.

Seguí la exposición del ponente libreta en mano; al mismo tiempo, revisaba los indicadores recientes sobre la educación media superior en el país y la entidad. De eso no escribiré nada; espero tener tiempo y claridad para escribir algún artículo.

Por ahora, me quedaré con uno de los momentos vividos en ese auditorio de las Facultades de Enfermería y Trabajo Social. Pasaron algunos años ya, pero lo tengo fresco y hoy lo reviví. Fue en un informe de labores en Enfermería, cuando el rector de ese momento, Miguel Ángel Aguayo, advirtió que pronto habría un cambio en la dirección de la facultad. Ante el coro de voces que se levantaron, el rector tomó una decisión de la que no tengo precedentes en la Universidad: pidió a los estudiantes que en una hoja de su libreta anotaran el nombre de su candidato o candidata para ser el siguiente director. La respuesta fue ovación; el resultado, unánime, cuando se hizo el recuento. El maestro Rubén asumió la dirección unos días después.

No sé si fue el único director, hasta hoy, que eligieron los estudiantes en la Universidad de Colima, pero el antecedente me resulta siempre grato cuando lo recuerdo.

El tema de la educación media superior amerita mucho más que un texto emborronado en el calor invernal de Colima.