Hoy tuve apenas la segunda clase en las primeras tres semanas del semestre escolar. Mi planeación ha debido ajustarse por circunstancias imprevistas. Tres horas de clase, en el nuevo formato, de sesenta minutos, son un desafío para los profesores y [me temo] un suplicio para los alumnos. ¡Tengo 15 oportunidades por delante para desafiarme!
Mañana será un día intenso. Trabajo en el cubículo temprano, asesorías de tesis a mediodía, luego, por la tarde, viajaré a Coquimatlán para continuar mi proyecto en escuelas de Colima.
La noche será especial: homenaje del Seminario de Cultura Mexicana a uno de mis más apreciados maestros, José Miguel Romero de Solís, a quien tuve el placer de conocer en los cursos de historia de la educación e historia de la educación en México, de la naciente Facultad de Pedagogía, hace 35 años.
He sido afortunado de tenerlo como maestro, luego, de una amistad que cultivo con intermitencias, pero al que infinitamente guardo aprecio y admiración. José Miguel es para mí una de las más luminosas referencias docentes e intelectuales.
María de Rosario Morfin
Me lo saludas igual cuenta con todo mi admiración y respeto el maestro José Miguel Romero de Solis, eres afortunado