Es un esguince de segundo grado. Pero me inquieta más un movimiento raro del tobillo y el sonido que produce al moverlo. ¿Lo escuchaste? Mira. Va de nuevo. ¿Escuchaste?
Eso, en resumen, con palabras técnicas y claridad meridiana me dijo el doctor cuando manipulaba el tobillo derecho. Después de escuchar clarito, no recuerdo mucho más. Sentí que el sillón se volvía de esponja blanda y me hundía hasta el suelo.
Mientras el amable doctor, cuyo nombre reservo por respeto absoluto, elaboraba la receta con una letra inusualmente clara para un galeno, desgrané un pensamiento del gris oscuro al negro azabache.
“Se acabaron mis caminatas matutinas o nocturnas. Adiós para siempre al fútbol, ahora que había aceptado la invitación de Chava para jugar en su equipo de adultos de edades respetables. Adiós al padel, que nunca he jugado, pero que ya había dicho que jugaría tres días por semana con mi amigo René y sus amigos. Adiós a la raqueta de padel que pensaba comprar y al outfit que se me había ocurrido. Adiós al ejercicio en la caminadora cuando llueva o me gane la flojera de salir a la calle. Adiós a la bicicleta que recién reparamos en casa y quedó impecable. Adiós, adiós a la actividad física. Me espera una subida mortífera de peso, sin parar y sin medida. Me espera la fofedad más asquerosa… Y justo ahora, ahora que estoy más convencido, leyendo a Andrea Marcolongo, de que correr o caminar no es sólo ejercicio para el cuerpo, sino para el cerebro. Adiós”.
Con prudencia, el doctor me devolvió a la realidad. Aquí tienes la receta. Sólo una pastilla diario por siete días. Puedes comprarlas en farmacias Guadalajara o del Ahorro. Además, necesitamos una radiografía del tobillo y un ultrasonido para observar la magnitud del daño. Lo peor, me contestó a la pregunta, es que haya una lesión de ligamentos y sea necesario operar.
Sudé. Tragué saliva y me levanté. Saludé al doctor y me despedí con la mejor cara de velorio.
El siguiente episodio me tomó en la fase depresiva más dura que recuerdo. 24 horas después, con resultados de la radiografía y del ultrasonido, el doctor confirmó temores y descartó hipótesis.
Esto, más o menos, es lo que dijo: La radiografía dice que no está tan mal; ya hablé con el especialista. Sí hay un daño crónico, es necesario cuidar y reforzar el tobillo con una terapia. Pero será después, cuando se recupere la lesión reciente por la caída. Camina si quieres, lo normal, sin correr ni ejercitar el tobillo. Y nos vemos pronto.
De acuerdo, doctor, en una semana le escribo y le cuento como voy. Respiré un poco más tranquilo.
Y aquí estoy, dos días después, con recaídas anímicas y brincos de efusividad, celebrando que la cosa no está tan mal, lamentando que haya debido pasar.
