LleguĂ© a la Universidad de Colima con 15 años; muchos despuĂ©s, aquĂ sigo. Era un niño entonces. Mis compañeros de la prepa, algunos, un poco crueles, decĂan que me habĂan bajado del cerro a tamborazos. Y claro, QueserĂa, mi pueblo, son lomas entre lomas, en los cerros donde nace el volcán de Fuego. Por suerte, nunca me intimidaron, no hice caso y seguĂ mis estudios hasta terminar con un tĂtulo y el premio al mejor estudiante de mi carrera; que no era gran cosa, porque sĂłlo Ă©ramos seis, pero está por ahĂ, para orgullo de mi madre en su momento.
Mi historia con la Universidad tiene muchos capĂtulos. Tantos, que tengo en planes un dĂa escribirla en un libro para contar vicisitudes, desde mi experiencia como director de la Facultad de la cual egresĂ©, hasta el proceso en que pretendĂ participar por la rectorĂa. De lo demás, hay poco que decir. Algunas páginas ya están escritas. Un dĂa, tal vez, decida que es el momento.
Hoy la Universidad, mi segunda casa, cumple 80 años. Y por supuesto que lo celebro y me celebro por ser parte de ella. Porque ahà me formé, porque trabajo en ella y ahà pasaré otros cuantos años de mi vida.
Es un buen momento para agradecer a todos de quienes he aprendido y con quienes trabajé. Y no digo sólo a mis maestros, también a mis colegas, jefes, colaboradores y ahora, a los estudiantes que asisten a mis cursos. ¡Gracias! ¡Felicidades a ellos!
¡Felicidades a quienes han hecho de ella la casa de miles de colimenses!
