En el camino de Tecámac a las pirámides de Teotihuacán, conversábamos Silvia, JesĂşs y yo de distintos temas. Como en un juego de cartas, nos repartĂamos preguntas, comentarios, risas; relajados. CoincidĂamos en que la jornada matutina en la Escuela Normal habĂa sido positiva. Era la hora generosamente dispuesta por los anfitriones para pasarla bien el resto de la tarde. La lluvia estaba lejos y el sol caliente nos abrazaba en el auto rojo que conducĂa JesĂşs.De pronto, de atrás de nosotros, Silvia me soltĂł la pregunta más insospechada. Me sorprendĂ. No supe que responderle. Por un instante repetĂ la pregunta en la cabeza: ÂżquĂ© habrĂa querido ser en la vida?
Balbuceante saliĂł la primera respuesta. Luego dije dos o tres cosas insulsas. Pero la interrogante me asaltĂł en otros momentos, como ahora. PensĂ© y me respondĂ varias veces, desgranando opciones: me habrĂa gustado colocarme en las antĂpodas geográfica, profesional y emocionalmente, como dueño de un bar o casino; gerente o empleado bancario; marinero sin destino. Luego otro paquete de posibilidades imaginarias más cercanas a lo que disfruto, como gambusino en un bosque frĂo, con su cabaña y su chimenea, teniendo por Ăşnica compañĂa el verde de los árboles, el cielo azul y las noches oscuras.
Sigo dándole vueltas a la pregunta de Silvia. Pensando en lo que me habrĂa gustado y no pudo ser, en lo que en algĂşn momento fue y no será más… Y asĂ, con la lluvia corriendo por la cara, apresurĂ© el paso para terminar mi caminata del domingo, en el andador de Comala hoy casi solitario.
