Lunes por la tarde. Bajo del auto y abro la puerta de mi hijo. Con desenfado arrastra su mochila de la escuela, cargo la mía y avanzamos a casa. En la puerta, un papel cubre la cerradura. ¡Publicidad! Habitual en estos pagos. Al llegar, Juan Carlos, lector principiante, se adelanta y lee las siglas de la universidad (sic) promotora, que por el nombre parece de auténtica clase mundial.
En mi estudio abro el tríptico. La oferta es amplia. Se asemeja al menú de una pizzería o restaurante de sushi: preparatoria en tres y dos años; licenciaturas en tres años, con sistema escolarizado (precisan: de lunes a viernes) o semiescolarizado (más precisiones: solo sábados). La oferta es variada en áreas y carreras que no tiene ni la Universidad de Colima, con todo y su infraestructura; especialidades en un año; maestrías de año y medio o dos años, restringidas a las áreas presuntamente “fáciles” y baratas (educación y administración, o cosas así), doctorados en modalidad fast track (dos años).
Está casi todo. Solo faltó agregar que ofrecen el paquete con la tesis terminada, para facilitar la trayectoria escolar. O que quitaron ese trámite fastidioso, para apresurar la subida del promedio de escolaridad nacional.
La proliferación de universidades, escuelas, establecimientos y changarros que ofertan educación privada se volvió casi frenética en el Colima de los años recientes. De unas cuantas universidades e instituciones privadas de educación superior, que ayer podíamos recitar de memoria, pasamos a una larga lista de expansión incesante, de disímbolas calidades y precios.
Debo advertir lo que no siempre es tan obvio: toda la educación tiene una función pública, y eso incluye a la que ofrecen los particulares; por tanto, debería estar sujeta a las mismas regulaciones que la enseñanza en las universidades públicas. En México no sucede así, y la mano invisible del mercado, con frecuencia omisa, mece la cuna a su antojo.
Lo digo con franqueza: estoy en contra de la mala educación, impartida en escuelas públicas y particulares, de primaria o universitaria. Y no deberían existir, pero es punto y aparte.
Aunque las regulaciones de la enseñanza particular son federales, sería buen momento, en Colima, para analizar su impacto, crecimiento, perspectivas y calidad. Y porque es posible, avanzar en la construcción de un marco regulatorio adecuado, que pueda innovar y ser modelo en el país.
No dudo: Colima puede ser un sólido punto de referencia en educación, y este tema es una estupenda oportunidad.
Sil
Cierto, se precisa con urgencia que se regule, en toda la República Mexicana. Bonito día!