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Volver a los 38

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Ya se sabe que los cumpleaños son la ocasión más propicia para las reflexiones que apuntan al porvenir observando el retrovisor. En el aniversario, por unas horas, se anudan pasado y futuro en un bucle vital que será más o menos optimista, como marque el termómetro anímico.

También se sabe, por un viejo tango, que veinte años no es nada. Pero el doble de esa cantidad, o casi, como 38, ya suman una respetable cantidad de tiempo en la vida de una persona o institución.

Algunos sabrán, o tal vez muchos, que la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Colima, mi alma mater, cumplió 38 años y lo festejamos la semana anterior con una mirada al pasado y otra hacia el horizonte, desde un hoy esperanzado. Perdón: parece una expresión tópica, pero es genuino el sentimiento.

Dentro del programa tuve la oportunidad de presentar mi libro más reciente: La universidad que soñamos. Fue el miércoles por la tarde, con dos comentaristas excelentes: Vanessa Sahily Salcedo, estudiante de octavo semestre, y Mercedes Casián, apreciada maestra en el sistema educativo estatal.

Cuatro razones para el júbilo expuse ante el auditorio juvenil sorprendentemente atento y respetuoso. Primero, el hecho de compartir una colección en la cual se incluye el volumen, llamada Perspectivas, con la hospitalidad de Fundación Cultural Puertabierta y Puertabierta Editores, y del cual hemos publicado ya tres ejemplares. Los primeros de una serie que espero alargar hasta lo inimaginable. Los autores iniciales son un lujo: Mariano Narodowski, argentino; Mª Antonia Casanova, española. Y los autores de los siguientes, Sylvia Schmelkes, Rosa María Torres (Ecuador) y Alejandro Morduchowicz (Argentina), entre otros, consolidarán esa prestigiada línea.

Un segundo motivo es la autoría del prólogo: Ángel Díaz-Barriga, doctor honoris causa por la Universidad de Colima (2010), mi profesor en la UNAM y asesor de la tesis doctoral.

El tercer motivo es el segundo invitado: Juan Carlos Yáñez Borrego, quien dibujó la imagen que acompaña la página inicial del texto. Ambos invitados son un regalo que hace especial la edición.

La cuarta razón es el propio libro. No diré más, excepto que disfruté la escritura y las muchas revisiones y correcciones con la tutela de Rubén Carrillo Ruiz, andamio (en ocasiones aguijón) indispensable en el proceso de aprendizaje de la escritura.

Volver a los 38 años, es decir, permanecer en la Facultad ininterrumpidamente durante todo este tiempo, y casi con la misma emoción que al principio (muchas veces es mayor), me concede la autoridad, creo, para sentirme invitado especial, como muchos otros, y reafirmar el compromiso de seguirme preguntando, cada vez que entro a las aulas: ¿qué debo enseñar para que valga la pena que los estudiantes vengan a formarse en nuestra facultad?

Hubo, por supuesto, momentos difíciles. ¿Dónde y quién no los tuvo? Pero casi siempre pude entonar aquella hermosa canción catalana de Joan Manuel Serrat:

Ara que tinc vint anys,
ara que encara tinc força,
que no tinc l’ànima morta,
i em sento bullir la sang.

Hace veinte años que tengo veinte años,
ahora que todavía tengo fuerza,
que no tengo el alma muerta,
y me siento hervir la sangre.

Vull cantar a les pedres, la terra, l’aigua,
al blat i al camí, que vaig trepitjant.
A la nit, al cel, a aquest mar tan nostre,
i al vent que al matí ve a besar-me el rostre.

Quiero cantar a las piedras, a la tierra, al agua,
al trigo y al camino que voy pisando.
A la noche, al cielo, a este mar tan nuestro,
y al viento que por la mañana viene a besarme el rostro.

Vull alçar la veu, per una tempesta,
per un raig de sol,
o pel rossinyol
que ha de cantar al vespre.

Quiero alzar la voz, por una tempestad,
por un rayo de sol,
o por el ruiseñor
que ha de cantar al atardecer.

Felicidades a nuestra comunidad, sobre todo, a quienes la fundaron, a quienes la sostuvieron y hoy, en otra dimensión, o en la serena jubilación, la rememoran con afecto. A ellos, además, gracias por la aventura compartida en los primeros 38.

 

 

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