Esta mañana escuché la conferencia de Carles Abarca de Haro, “Transformación digital para la educación superior”, en el marco de la cátedra permanente Futuros de la educación superior, organizada por varias universidades colombianas y mexicanas, entre ellas, la Universidad de Colima.

Fue muy interesante la perspectiva del ponente, por la actualidad de la información y la visión que proviene de su experiencia en negocios y finanzas, aunque ahora trabaja como vicepresidente de Transformación Digital en el Tec de Monterrey.

Un par de horas después de concluida sigo repasando algunas ideas y escenarios que augura Abarca, sobre todo, pensando en las instituciones educativas públicas y la creciente disminución de recursos para su operación.

Si el sistema educativo tenía progresos muy diferenciales en lograr el derecho a la educación, la pandemia con sus efectos insoslayables, más las posibilidades que abren las tecnologías emergentes, confeccionan una agenda que no admite dilación, improvisación o autocomplacencia.

El canto de las sirenas tecnológicas hace tiempo se escucha en los campos educativos, no es novedad, pero hoy, la aceleración científica y tecnológica, con su relativa democratización, aumentan la exigencia para que las universidades apresuren procesos transformadores imaginativos.

Cada vez parece más claro que las universidades van a cambiar en las próximas décadas. La pregunta que plantean algunos expertos sigue en el aire: ¿quién cambiará a la institución universitaria?, ¿serán los universitarios desde adentro o vendrán otros actores y agencias a imponerlos?

Por lo visto en la mañana, lo que están haciendo ya en el Tec de Monterrey es un anticipo de lo que vendrá, por lo menos para un tipo de instituciones educativas.

Inmovilización, negación e impericia son los peores asesores en estos momentos en las universidades.