Las Jornadas Académicas que organiza la Universidad de Colima para su profesorado en el periodo intersemestral, esta vez tienen dos temas atractivos y relativamente novedosos: integridad académica e inteligencia artificial (IA).
Aunque cada uno tiene su propia mina analítica, la articulación los vuelve más complejos e imperativos para la reflexión en espacios universitarios.
Me inscribí a las conferencias que abren las actividades cotidianas y las escucho con interés. Con más o menos profundidad y originalidad, son propicias para inducir a la reflexión docente. La expectativa es amplia, a juzgar por la copiosa cantidad de comentarios y preguntas en el chat de la plataforma de transmisión.
Me alegra por varias razones. En primer lugar, porque el docente, como propuso Donald Schön, es un “profesional reflexivo”; y la docencia, un oficio de deliberación cotidiana, de autocrítica permanente; en ese sentido, la gente encargada de dictar las conferencias sirve como espejo para observar nuestras prácticas, con defectos y virtudes. Los contenidos de la convocatoria son un manjar apetecible para la reflexión individual y colectiva.
En segundo término, introducir ambos temas en la agenda universitaria es una medida oportuna, por las implicaciones que tienen cada uno y entrelazados. Nos informaron también que ya se preparan regulaciones para normar la integridad. Ojalá pudieran ser objeto de valoración colectiva, con el grupo muy respetable de colegas que participan en su diseño.
Curioso, este domingo le pregunto al ChatGPT su opinión sobre integridad académica e inteligencia artificial en la vida universitaria. En el primer párrafo encuentro una idea valiosa: “Mantener altos estándares de integridad académica es fundamental para garantizar la validez y la credibilidad de la educación superior”. Concuerdo. En ese sentido, hoy me preocupa menos la práctica de deshonestidad intelectual de los estudiantes en las tareas escolares, que la integridad del profesorado, que sostiene y fortalecerá o no el rigor y credibilidad en la Universidad.
Su segunda idea es más tópica: “La inteligencia artificial puede tener un impacto significativo en la integridad académica, tanto positiva como negativamente”. Puede servir para evitar la deshonestidad como para detectarla. Generalizada la IA, entonces, el desafío aumenta para sistemas, instituciones y personas.
En mi conversación le pregunto cómo se puede promover la integridad académica en las universidades. Me lista siete ideas. Unas son mecánicas: usar tecnología antiplagio, políticas y códigos de honor, monitoreo y evaluación adecuados.
Me gustan más las profundas: promover la escritura e investigación rigurosa; fomentar (estimular) la creatividad y originalidad, así como la cultura de confianza y comunicación abierta. Estas dependen de la formación de cada uno y las condiciones externas para practicarlas, porque “la integridad académica no solo depende de las políticas y medidas institucionales, sino también de la responsabilidad individual de los estudiantes, profesores y miembros de la comunidad universitaria en general”, redacta ChatGPT .
Por supuesto, la mezcla de estrategias en todos esos y otros ámbitos nos distanciaría de las prácticas deshonestas y acercaría al reto de asumir la formación universitaria, de profesores y estudiantes, como una actitud vital y un compromiso social privilegiado.
Veremos qué nos ofrece la segunda semana de las Jornadas Académicas.