En febrero de este año comenzó el viaje de El náufrago universitario en las manos y ojos de sus lectores. La librería Corazón en Casa, de la Universidad de Colima, fue la primera que abrió las puertas. Aquella tarde fue anticipo de un periplo inesperado.
Hace unos días estuve en la que, creo, será la última presentación del libro, por lo menos durante un tiempo. La sede fue el Bachillerato 32, en Suchitlán, como parte de la Feria del Libro Altexto.
En cada institución que nos acogió con generosidad, la experiencia superó la expectativa. La asistencia, calidad de los comentaristas y el diálogo con los participantes produjeron sensaciones que reconfortan y comprometen en próximos proyectos de escritura.
Las dos últimas presentaciones, en mayo, tuvieron audiencias para las que no había escrito el texto: estudiantes que se preparan para ser docentes de educación primaria y preescolar, y bachilleres universitarios. Por la historia que cuenta y los fondos que enmarcan el libro, tenía dudas si estudiantes eran el público más apropiado, es decir, si era yo el más adecuado para ellos.
Me equivoqué, creo. A juzgar por las reacciones en la institución formadora de docentes en Colima, y luego ante adolescentes de bachillerato, el contexto problemático en que se vive la docencia y trabaja la escuela, fueron temas que despertaron interés entre ellos, porque ahí habitan y porque de su estancia escolar podrían depender sus vidas futuras.
En la misma mañana que acudí a Suchitlán leí una idea que me dio vueltas y la llevé conmigo. Es del filósofo catalán Josep Maria Esquirol, quien escribió en su libro más reciente (La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir, 2024), un párrafo para detenernos en la reflexión serena: “La vida no espera fuera de las aulas. Lo que ocurre en las aulas es la vida misma”.
La vida misma, la que transcurre todos los días, sin paréntesis en tiempos y sitios que no nos gustan del todo, nos obliga a convertir a la escuela y el oficio docente en espacio de libertad para el pensamiento y el aprendizaje, y al docente, en inspirador de las preguntas, el inconformismo y la autonomía personal e intelectual.
Ha sido muy grato escribir y compartir El náufrago universitario, pero lo mejor de este periplo fue escuchar las voces vibrantes de las jovencitas estudiantes.