El calor del mediodía, cansancio acumulado y estrés por la agenda produjeron un resultado inevitable: dormir la siesta después de la comida. No soy habitual a esa práctica tan sana y elogiado.
Desperté temprano y cansado. La noche había sido insuficiente para reparar la semana laboral agotadora. Por un instante me tentó la idea de cerrar los ojos y dormir todo el tiempo que el cuerpo
Rendido por el insomnio se movía con desesperación entre las sábanas. Una hora, dos horas, tres horas. El tiempo pasaba rengueante. No supo en qué momento se le cayeron un instante los párpados