A las 8:15 de la mañana salimos de casa. El clima fresco y húmedo, nublado, era buen augurio. A las 9 debíamos estar en Rancho de Agosto, municipio de Comala. Waze indicaba que el recorrido era de 35 minutos en la ruta corta. Llegaríamos apenas a tiempo de comenzar la ceremonia en la escuela primaria J. Concepción Rivera. El café humeante nos acompañó en el trayecto.
Es fin de ciclo escolar y, como acto especial, se colocará una placa conmemorativa, porque la escuela obtuvo el resultado más sobresaliente del Estado en la categoría de escuelas rurales, pues sus tres alumnos de sexto año ganaron los tres primeros lugares en la Olimpiada del Conocimiento Infantil 2024. Un logro extraordinario, que es posible cuando se conjuntan una maestra dedicada, capaz y responsable, una comunidad comprometida y estudiantes empeñados. Este es un ejemplo de buenas prácticas que conviene divulgar y replicar.
El viaje fue placentero. Llegamos a tiempo. Los globos en la puerta y un cartel nos recibieron. Atrás de nosotros llegaron varios vehículos: el presidente municipal y funcionarios de la Secretaría de Educación estatal. Adentro ya estaban papás, sobre todo, mamás y abuelas de los 15 alumnos de la escuela primaria unitaria.
Elizabeth Romero, la maestra Bety, nos recibió afectuosa, con su sonrisa radiante. Nos invitó un café que acepté agradecido. Café de la localidad, café de olla, sabroso. El clima bucólico ameritaba. La escuelita, dicho con respeto, está impecable, rodeada de árboles en todos los tonos del verde. Las nubes amenazaban lluvia, pero respetaron el acto público.
La ceremonia fue linda. Muchos “números”, como los festivales de fin de cursos que recordaba de la infancia en mi pueblo: primero que todo, honores a la bandera, el himno nacional; luego, palabras de despedida de una chica de tercer grado a sus compañeros de sexto, baile de los dos niños de primero, una poesía y un acróstico de niños de quinto, el mensaje de despedida de Danna, agradeciendo a su madre presente y recordando a su padre ausente de casa desde hace varios años; reconocimientos a los alumnos, muchos y emotivos reconocimientos para los mejores promedios de cada grado escolar; como Adrián, que ganó la carrera de los 75 metros en la convivencia deportiva estatal. Premiación para campeones en deportes y en conocimientos, promesas de titanes en la vida en una comunidad de menos de 200 habitantes.
La fiesta escolar fue emocionante. Queda claro, una vez más, que la maravillosa tarea de la educación es siempre una labor social, posible de conseguirse en plenitud cuando se conjugan una maestra, los niños con su entusiasmo e inocencia, las mamás y papás, el supervisor escolar y el de educación física, las oficinas de la Secretaría de Educación en el municipio, y otras agencias sociales, como el ayuntamiento, cuyo presidente estuvo con nosotros.
Además de todo, la mañana fue inolvidable para mí. Bety, la maestra, mi exalumna en la Universidad de Colima, me invitó para colocar la placa que deja constancia del enorme logro de la comunidad de Agosto y de la escuela en la Olimpiada del Conocimiento. Una de las mejores escuelas de Colima, así nomás. Yo, agradecido, solo puedo dejar mi gratitud, de nuevo, en este mensaje de felicitación y admiración.
Felicidades a todos, a todas quienes hacen posible el milagro cotidiano de la educación en tantas y tantas aulas. Ojalá tuviéramos muchas escuelas así, y más maestras como Bety.