El fin de semana leí Viaje al país de los blancos, de Ousman Umar, ghanés que describe las peripecias desde su aldea hasta la llegada a Barcelona.
El relato de Ousman es inspirador, por momentos estrujante, como cuando atraviesa el Sahara o viaja en patera hacia España. Testimonio de sueños y convicciones, de flaquezas y dolores, del afán de superación cuando los problemas de sobrevivencia quedan atrás.
Cuando Ousman es acogido por una familia y aceptado como uno más, entonces viene la extraordinaria demostración de su generosidad, que habrá de convertirla en una ONG para apoyar la educación en su país y evitar que otros tengan que vivir el hambre, la violencia, la injusticia y la discriminación en el largo periplo que experimentó durante varios años.
A pesar de los hechos, de las personas malvadas que lo engañaron o pretendieron violar su cuerpo y derechos, Ousman transmite un mensaje esperanzador, lejos de las recetas de superación personal: siempre habrá gente buena que tire un cable cuando parezca que no hay mañana.
Apenas lo terminé, busqué el segundo volumen, que conocí primero gracias a una reseña publicada en El Diario de la Educación. La tengo ya y empezaré pronto, alguna de estas mañanas.