Hace diez años descubrí la poesía de Miquel Marti y Pol. Un poema, en especial, que musicalizó Lluis Llach. Me gustó tanto, que con esas letras abrí mi libro La escuela que soñamos. Luego, cuando los tiempos vitales lo permitieron, me propuse leerlo en su lengua, el catalán.
Un acontecimiento extraordinario se encadena con otros. Así me sucedió. Buscando a Miquel Marti i Pol encontré a quien era, entonces, el mayor poeta vivo en catalán: Joan Margarit. Leí casi todo lo que encontré de Joan Margarit. Lo escuché leyendo su poesía. Disfruté su lectura poética con Luis García Montero. Escuché a Joaquín Sabina recitarlo… Supe del infortunio de su hija Joana. Leí el libro que le compuso mientras ella vivía los últimos meses de su vida. Me entristecí y solidaricé desde la paternidad. Lamenté su muerte el 16 de febrero del año pasado.
En las últimas semanas regresé a otra antología de Magarit: Tots els poemes. (1975-2017). Todos los poemas. Incluye el libro Joana, aquellas desgarradoras historias del desenlace tristísimo de su hija. Me dolió leerlo más que la primera vez. Me sigue doliendo varias horas después de haberlo terminado. Me duele ahora, mientras escribo estas líneas.