Dejé el poco atractivo partido de fútbol entre Real Madrid y San Lorenzo de Almagro para escribir estos párrafos. La amplia superioridad futbolística de unos sobre los otros solo pudo amortiguarse por el carácter indómito de los argentinos, pero las posibilidades de ganar, o siquiera meter un gol del llamado “Ciclón”, son pocas.
En las últimas décadas los partidos de más alto nivel entre clubes argentinos y españoles no reflejaban el poderío económico de una liga sobre la otra. Tengo frescos en la memoria los complicados momentos que vivió en 2009 el mejor Barcelona de la historia frente a Estudiantes de La Plata, y disfruté, estando en Buenos Aires, aquel glorioso partido en que el más popular de los equipos argentinos, Boca Juniors, derrotó al poderoso Real Madrid por la Copa Intercontinental.
Que un buen equipo argentino gane a un equipo español como Real o Barça no es imposible, y lo demostró el conjunto de Carlos Bianchi a principios de la década pasada, dirigiendo un equipo de talentosos y esforzados, como Marcelo Delgado, Juan Román Riquelme, Sebastián Battaglia y Martín Palermo, con el inestimable aporte de los colombianos Oscar Córdoba, “chicho” Serna y el “patrón” Bermúdez. Enfrente, otro equipo de época en el Madrid (¿habrá alguno que no lo sea?), con Iker Casillas, Fernando Hierro, Roberto Carlos, Raúl González y Luis Figo, todos nombres escritos con mayúscula en la historia del fútbol mundial, a las órdenes del todavía vigente Vicente del Bosque.
Pues con todo y aquella impresionante nómina, con esa pléyade de artistas de la cancha, los jugadores del barrio boquense deslumbraron al mundo y noquearon al glorioso equipo blanco. Esa Copa intercontinental ocupa el sitio más prominente en el Museo del Boca Juniors, allí en el barrio que se inmortalizara en la música con “Caminito”.
Sí, es posible ganar a los más petulantes equipos del mundo, pero además del carácter, que sobra en la sangre argentina, tiene que haber una elemental dosis de talento que tenía (y conserva) Juan Román, o Juan Sebastián Verón en aquel equipo que obligó al Barça de Messi a los tiempos extras para ganar apenitas.
El capitalismo es un sistema feroz de competencia donde no caben las pausas ni la siesta del mediodía, y el fútbol es una implacable demostración. Hoy, de nuevo, en Marruecos, lo pudimos constatar, en este incumplido deseo de ver un partido de excelso nivel, donde casi siempre ganan los que más pueden y tienen… talento y dinero. Por suerte, aunque sea a cuenta gotas, a veces ganan los otros, los menos poderosos, para darle alguna credibilidad al fútbol, hoy más negocio que nunca.