No creo en los libros de superación profesional. No los leo, pero tampoco los abomino, ni a sus lectores, que los convierten (a autores y libros) en fenómenos editoriales de ventas. Cada cual elige ser transeúnte de la páginas que desea, y ese es derecho inalienable de los lectores.
Sí creo, sin dudarlo, que hay otros libros que tienen como destino provocarnos reflexiones sobre la condición humana. Si alguien se supera o no, le apetece preguntarse o inquirir en su propia humanidad, es cosa ajena.
Los muchachos de zinc, escrito por la bielorrusa Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura 2015, es el texto más desgarrador que recuerdo en varios años. Probablemente después de Germinal, de Emile Zola, no tuve en las manos otro texto que me cimbrara en cada página de forma a veces tierna, pero casi siempre cruenta.
El subtítulo resume el contenido: Voces soviéticas de la guerra de Afganistán. Proscrita en su nacimiento, acusada ser producto de delirios ideológicos de la autora, la obra recoge voces de combatientes, enfermeras, madres, esposas, que retratan, conmovedoramente, la experiencia de haber sido parte de la invasión soviética o la dolorosa situación de las madres que vieron partir a sus hijos, mujeres y hombres, unos convencidos de la patria que defenderían, otros, contra su voluntad.
En las más de 200 páginas no hay reposo para la emoción, para la rabia, la perplejidad o la tristeza frente a otra estúpida guerra inventada por unos hombres que hicieron víctimas a dos pueblos, el invadido y el propio.
Si alguien quiere superar sus propias vanidades o superficialidades, este libro es un buen pretexto. Muestra magistral de literatura periodística, o del periodismo literario, escrito con sangre y compromiso, y ganas de no perder la memoria.
Balvanero
La memoria histórica -de corto plazo, ya no digamos de larga data-, es pertinaz presencia en nuestros pueblos, y en sus ciudadanos. coincido contigo en que hace falta muchas ganas de no perder la memoria.
Saludos