Todos los temas se rinden y abren paso. SĂłlo uno vale la pena hoy. Uno que no tiene demasiadas palabras, que tristea, dolorido.
El paisito está de luto. Una parte del mundo llora.
El CafĂ© Brasilero en Montevideo perdiĂł a otro de sus habituales. Antes fue don Mario Benedetti; hoy Eduardo Galeano pagĂł la Ăşltima cuenta. PartiĂł el viejo sabio, una de las referencias imprescindibles para quienes renunciamos a la comodidad de decir a todo: sĂ.
Cuando se fueron Benedetti, Fuentes, Saramago, Monsi, sabĂamos que podĂa partir. Un dĂa pasarĂa. SabĂamos que esto sucede siempre más temprano o más tarde. Pero saberlo no lo hizo menos traumático.
En “El sĂmbolo y el cuate”, el documental de Sabina y Serrat, la casa de Galeano fue albergue natural. Imposible olvidar su hospitalidad generosa, sus risas, sus historias, sus copas.
Deja hondo hueco en el corazĂłn. HuĂ©rfano. LegĂł motivos suficientes para no cesar, para la memoria, para la alegrĂa, para los abrazos, para las ilusiones.
VolverĂ©, una y otra vez, volverĂ©. En mi agenda 2017, hace dos años, está marcado un libro; se llamará “Los hijos de los dĂas en educaciĂłn”. Una tĂmida, atrevida copia de “Los hijos de los dĂas”.
Con más fervor atesorarĂ© sus libros, los leerĂ© de cuando en cuando; o lo verĂ© en la serie de la televisiĂłn argentina “Los dĂas de Galeano”. AllĂ se me quedará vivo por siempre. Inspirado, inspirando.
En “Multiviral”, el disco de Calle 13, abre con un pequeño texto sobre el abrazo. Sus definiciones son mĂnimas pero vitales.
La vida, dice, es el viaje que transcurre entre dos aleteos. Entre el abrazo, primer gesto humano de los bebés, y los brazos viejos que parecen alzarse antes de la fuga final.
AllĂ van sus brazos, sus abrazos, al infinito.
Recordar, nos recordĂł, es volver a pasar por el corazĂłn. Hoy, lo recordamos, lo celebramos, lo disfrutamos.
¡Hasta siempre!
