Para ser precisos y no andar con especulaciones, debo decir el nombre completo: Miguel Ángel Santos Guerra. Es un profesor español a quien tuve la fortuna de conocer en Colima hace un par de años, gracias a la invitación que le hiciera la Universidad Multitécnica Profesional (UMP). Allí, en el Teatro de la Universidad de Colima, luego en la deliciosa comida que compartimos con los funcionarios de la UMP, comprobé lo que suponía a partir de mis lecturas de su amplia obra, publicada principalmente en Argentina, de donde traje algunos de sus libros.
No había que ser demasiado inteligente para constatar al generosidad y genio del profesor jubilado en la Universidad de Málaga, pero a su talento súmese una espléndida calidad humana, visible en los más nimios detalles.
En aquel tiempo leía con deleite un texto estupendo, Las feromonas de la manzana, que debieran estudiar todos aquellos (y todas aquellas, aquí voy a detenerme en ese prurito para enfatizarlo) que dirigen una institución educativa, o una parte de ella.
Ahora leo desde el fin de semana, lento y sin prisa, Pasión por la escuela. Cartas a la comunidad educativa, publicado también por una editorial rosarina (de Rosario, Santa Fe, Argentina), llamada HomoSapiens Ediciones.
Son un conjunto de cartas breves dirigidas a distintos grupos: maestros, alumnos, la familia, autoridades y otros agentes educativos, como periodistas, médicos, arquitectos, los porteros o las señoras de la limpieza.
Con este libro prepararé un artículo periodístico en las próximas semanas. Por ahora, es tiempo de aprender y tomar notas.