Ayer estuve en Ocotlán, Jalisco, para presentar una conferencia a estudiantes y maestros del Cbtis 49, José Santana. La amable invitación del director, Guillermo Bueno, me pareció indeclinable, pues era la segunda vez que me lo proponía, aunque resultara pesado manejar casi tres horas, descansar unos minutos, comer un poco, la conferencia, y luego el regreso a Colima, con el cansancio acumulado de la semana y la jornada. El retorno en soledad, en algunos pasajes con la música del auto, me dio oportunidad de repasar la experiencia, gracias también a una carretera tranquila.
Con tantos años en el mundo de la educación tengo cierta habilidad para dirigirme al auditorio, alguna capacidad para intuir puntos donde puedo conectar y buenos ejemplos que lo rematen, y me funciona casi siempre cuando el público es adulto, profesores o directores. No puedo decir lo mismo cuando el auditorio es juvenil y las caras de los chicos recuerdan a mi Mariana Belén. Los públicos estudiantiles me imponen temor, entre más jóvenes, más temores.
Por fortuna, el grupo de estudiantes que escuchó la conferencia se portó maravillosamente. Escucharon atentos, sin inquietarse demasiado, sin gritos ni barullos excesivos; si durmieron, tuvieron la delicadeza de hacerlo con ojos bien abiertos. Regresé contento por haber sorteado el reto y conectado con ellos, por lo menos con un puñado.
El final de este tipo de actividades suele ser la mejor retroalimentación: las personas que se acercan, saludan, preguntan, piden una firma, una opinión, un consejo. Esta vez el aliento provino de dos estudiantes que intuyo muy dedicados, por el respeto y la forma inteligente en que preguntaron. Un chico y una jovencita. Buenos estudiantes, imagino, o tal vez incómodos para profesores rancios.
Con reacciones así, el regreso a casa después de la larga jornada se vuelve estimulante y es uno quien agradece la ocasión de pararse en la estación para rellenar el tanque de las ilusiones. No me cabe duda, a pesar de las adversidades propias o del entorno, la escuela sigue alentando el potencial de la inteligencia, la rebeldía y la transformación.
Guillermo Bueno
Agradezco la intervención, no equivoqué la decisión y celebró mi persistencia en invitarlo a este plantel.
Los planteamientos hechos y la manera, ayudan a continuar con la búsqueda de inspirar y a volver realidad esa escuela soñada, anhelada.
Desde mi trinchera, ahora directiva, propugno por qué los espacios de aprendizaje sean justos y cercanos a los estudiantes.
La tarea no es sencilla, la consulta colaborativa entre todas las partes de la escuela, impone un reto artístico para mantener el justo medio entre la carga impositiva de la administración, tiempo y forma, y la realidad de los que vivimos y hacemos la escuela.
Han sido siete meses brillantes de retos y logros, crecimiento y confrontas, que con la paciencia y el diálogo respetuoso se avanza hacia mejores experiencias en beneficio de esta escuela.
Gracias por enriquecernos con su vida y trabajo.
Un abrazo, Dr. Juan Carlos Yáñez Velazco