Comenzó el nuevo semestre escolar en la Universidad. Debo consignarlo. Con la reanudación de actividades se modificará la agenda personal; además de la docencia y tareas que le acompañan, llegarán responsabilidades y oportunidades.
Los inicios coyunturales como este, o el inicio de año, son para algunas personas oportunidad de recomenzar o plantearse propósitos. En mi caso, opto por no circunscribir el calendario vital a fechas formales; prefiero creer que cada día es oportunidad, ocasión para recomenzar, o abrir ciclos. Siendo así, cada día nos regala un punto de partida. Mejor 365 puntos de partida, que cinco o siete al año.
Este un comienzo de clases singular. En estricto sentido, todos lo son. Pero este tiene un componente distintivo: en breve la Facultad de Pedagogía cumplirá treinta años. Su trascendencia va más allá del plantel. Es la primera facultad que tuvo la Universidad, que en la costumbre universitaria colimense significa: primera en ofrecer estudios de posgrado. ¡Treinta años de posgrado en Colima! Apenas. No es cualquier fecha. Creo.
Aquí se cierra un ciclo de tres décadas, para abrir otro. También es ocasión (y obligación) de reflexionar sobre pasado, presente y perspectivas. De eso daremos cuenta en el libro que estamos a punto de concluir. Es una obra colectiva integrada por capítulos escritos por varios profesores del plantel. Ya la comentaré en otro momento.
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Tuve el honor de ofrecer la primera lección del semestre en la Facultad de Pedagogía. El director del plantel denominó la actividad “lectio prima”.
Elegí un tema que consideré pertinente para reflexionar con estudiantes y profesores, sembrar algunas interrogantes y persuadir sobre la necesidad de la transformación educativa y de las escuelas. ¡Menuda pretensión!
Un par de hora después del final, no sé si cumplí el objetivo y expectativas. Mi participación tendría que estimarse por ello.
Mi balance tiene claroscuros. Suele ocurrirme: me lamento de lo que no dije, de lo que afirmé inapropiadamente, de lo que debí profundizar o recortar… Siempre pudo ser mejor, siempre pudo ser menos imperfecto. Me quedan lecciones que aprender y un par de preguntas para nuevas reflexiones. Si tuviera que elegir el mejor final de una lección, como ponente, sería precisamente este, porque concluyo con incertidumbres y nuevas interrogantes.
arthur edwards
Un nuevo ciclo escolar..nueva esperanza, nuevos retos! Suerte!
Juan Carlos Yáñez Velazco
Igualmente, éxito Arthur!
JC