Los grupos empresariales de Colima, envueltos en banderas de la sociedad civil, de un tiempo a la fecha, es decir, en periodos electorales, cobraron visibilidad en múltiples ámbitos de la vida pública, criticando malos gobiernos, levantando propuestas y exigiendo cargos para sus miembros.
¡Qué bueno por ellos! Es un derecho. Su capacidad de interlocución es incomparablemente superior a las de otras organización con fines sociales. Buenos empresarios, por tanto, podrÃan ser impulsores de cambios positivos, o agudos crÃticos de malas prácticas.
Pero su participación hay que juzgarla no solo por el protagonismo en ciertos tiempos, tampoco por intenciones declaradas; cuentan sus hechos y la coherencia.
Si en verdad les preocupa la gente, el destino de Colima, podrÃan dar muestras contundentes empezando donde hay que comenzar: en sus empresas, con sus empleados, en aquello que pueden realizar sin necesidad de alardes, sin difundirlo ni tener que pedir permiso.
Yo dirÃa, por ejemplo, que los negocios que trabajan 24 horas podrÃan establecer otras condiciones para sus empleados: pagar más, ofrecer mejores prestaciones y aligerar mortÃferas cargas laborales.
No entiendo, todavÃa, si se justifica que cada pocos cientos de metros tengamos una de esas tiendas, o una farmacia, para que los consumidores lleguen a comprar chucherÃas en horas de la madrugada. SÃ, quien tiene antojo de papas o una coca cola sabe que siempre estarán frÃas y listas muy cerca, pero quien mira la cara de esos empleados, trabajando dÃa y noche, noche y dÃa, sin necesidad de ser médico, advertirá que el efecto sobre las vidas de esas personas puede ser funesto algunos años después.
Si enmiendan sus polÃticas laborales podrÃamos empezar a sospechar que sà tienen genuino interés por el bienestar de los otros. Con eso podrÃan darle solvencia ética a sus argumentos.
