El 13 de noviembre de 2018 la Universidad Autónoma de Coahuila celebró su Encuentro Institucional “La universidad que deseamos”, en torno a la docencia y la tutoría. Tuve el privilegio de ser invitado para una conferencia y un taller a profesores; la secuela persiste.
La conferencia que preparé se llamó: “La universidad que soñamos”, conjuntando el título del encuentro y mi libro La escuela que soñamos. La experiencia fue muy grata; la acogida a mis reflexiones, estimulante, y seguí trabajando para incorporar aquellas ideas a un libro en proceso. Y sigo.
Como antes conté aquí, la semana pasada estuve en una clase abierta con mi hijo en su escuela. Y mientras desarrollaba mi curso por la tarde, imaginaba clases abiertas para los papás y mamás de los alumnos universitarios de pedagogía. Podría parecer descabellado; no lo sé.
En la idea semejante de una clase abierta, o mejor, cursos abiertos, pensé que esa universidad que sueño está abierta permanentemente, que nuestros cursos pueden ser tomados por otras personas interesadas, en una clase o varias, o en todo el curso, con la única limitación de los espacios y el respeto a la actividad académico.
Me parece perfectamente factible. La universidad, o cada facultad, publica en su sitio los horarios, cursos y temas, abre las puertas. Así fue como tomé dos cursos de posgrado en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, sin estar inscrito en un programa y sin limitaciones, igual que otras personas.
Aceptaría, encantado, estudiantes que ya pasaron por la carrera, que ejercen de maestros o simplemente quieren aprender de lo que se les ofrece. Eso sí que sería una escuela genuinamente abierta.
Alejandro Mancilla
Suena edificante en todos los sentidos. Espero se logré concretar esa idea de escuela genuinamente abierta; dónde aprender sea la base solida de una mejora continua.
Juan Carlos Yáñez Velazco
Hola Alejandro:
Sí, edificante es un buen adjetivo para una experiencia como esa.
Saludos cordiales.