En una señal inequívoca de su crecimiento y autonomía cada vez desconozco más los gustos de Juan Carlos. Lo confieso con asombro genuino.
Cuando son pequeños los hijos uno puede conocer con cierta facilidad por qué le gustan tales o cuales personajes, aquellas canciones o películas, pero luego, cuando van creciendo y adquiriendo habilidades insospechadas, su abanico se abre de forma esplendorosa y uno queda reducido a testigo a veces perplejo.
Eso, más o menos, me suelo pasar con Juan Carlos. Nunca supe cómo llegó a los Beatles. Llegar en serio, al grado de conocer su historia, su biografía, cómo grabó aquella canción, por qué Lennon aparece descalzo en tal video, y claro, en el auto, cantar las canciones favoritas que, en su caso, son muchas.
A los diez años, su conocimiento musical y aficiones me maravillan: Lennon y los Beatles o Bob Marley, por ejemplo; quizá en un lazo solidario, también canta a Joaquín Sabina y es fan del Titanic. En fin.
Hoy eligió para su Diario de dibujos y letras a John Lennon. Mis palabras salen sobrando; les dejo su parte.