El nuevo año escolar cambió los horarios. Hasta la semana pasada, antes de las 9 o 10 de la mañana dedicaba un par de horas a la lectura libre, de biografías o textos sobre lectura y escritura, alguna novela.
Ahora Mariana Belén comienza sus clases a las 7:30 h. A las 8 h. Juan Carlos debe estar sentado, peinado y con uniforme frente a la pantalla para escuchar al maestro. Decidí adelantar mi jornada laboral y dejar para el cálido mediodía colimense la lectura libre. No es la mejor hora, porque el calor es kriptonita para mi ánimo, pero estoy intentando adaptarme a las circunstancias.
Anoche comencé a leer la biografía de Michel de Montaigne, escrita magníficamente por Stefan Zweig y encontré pasajes con algunos conceptos pedagógicos del ensayista por antonomasia. Mientras leía y subrayaba en verde fosforescente, porque sé alguna vez me servirá, empecé a escribir mentalmente un pequeño texto; se llama Lecciones de Montaigne en tiempos de pandemia o Lecciones de Montaigne para Aprende en casa II. No sé si me explico.
La vigencia del pensamiento de Montaigne es notable en el terreno pedagógico, para no invadir otros. Su crítica a la enseñanza memorística y autoritaria de entonces es tan actual como sólo pueden serla en los clásicos, porque Montaigne, no lo perdamos de vista, vivió en el siglo XVI, preámbulo del Renacimiento en la educación, con Erasmo de Rotterdam o Comenius como figuras prominentes.
En estas primeras páginas de Zweig y Montaigne, o viceversa, advierto que pasaré muy gratas horas en los siguientes mediodías. Voy a aprender y disfrutar, o viceversa, cosa que no siempre es fácil ni posible.