DespertĂ© de madrugada, más temprano que de costumbre entre semana. El cuerpo es sabio, para bien y para lo que sea. Me habĂa dormido temprano, asĂ que cuando el reloj vital marcĂł las horas habituales, abrĂ los ojos como autĂłmata. Ya no pude pegarlos de nuevo, por más santos que invoquĂ©.
Contra la prescripción médica, abrà el iPad y empecé a leer. No lo pasé mal. Tengo en proceso El escritor y su oficio, de Ariel Rivadeneira. En la página 76 del formato elegido, se aparece Eduardo Galeano: Cuando está de verás viva, la memoria no contempla la historia, sino que invita a hacerla. Más que en los museos donde la pobre se aburre, la memoria está en el aire que respiramos.
La frase aparece perfecta. Mi duda es dĂłnde colocarla: en el capĂtulo en proceso sobre la pedagogĂa en la Universidad de Colima, o en mi libro en revisiĂłn sobre el Instituto al que dediquĂ© tres años de vida. Galeano es siempre una de esas apariciones gratas, lĂşcidas, provocadoras. Solo despuĂ©s de leerlo, agradecĂ al reloj del cuerpo la gracia concedida.
