Diario 2020

Un final distinto

Posted by Juan Carlos Yáñez Velazco

Terminó su velada con un amigo pasadas las 11 de la noche. Salieron juntos del bar, se despidieron en la puerta y tomaron cada uno su auto. La oscura soledad de las calles aledañas simulaba un pueblo abandonado. El ruido del motor y las luces del tablero lo despertaron. Metió reversa y enfiló hacia la avenida también solitaria. Era jueves y el frío tenía a todo mundo en casa temprano. Un marcador del tablero seguía encendido. ¡De nuevo la maldita llanta ponchada! Era la tercera o cuarta vez que se iluminaba y solo por un bajón de aire en alguna de las ruedas traseras. Disminuyó la velocidad y buscó en su mapa la gasolinería más próxima. Varios kilómetros tendría que manejar así, con precaución y atento al ruido o el desequilibrio del auto. Solo las luces de la estación le relajaron los dedos apretados al volante. Mientras pidió 20 litros de gasolina y servicio de aire, cogió el teléfono y escribió un mensaje. ¿Qué haces? ¿Dónde estás? Le respondieron. Explicó y de inmediato tuvo respuesta; en el otro lado también estaba la destinataria en noche de bares: Espérame una hora y voy contigo, la inflamos los dos. Y caritas felices adornando. Pensó poco y respondió. Es decir, no pensó. Dijo: No, estoy cansado, con palabras secas. Un sutil reproche de respuesta saltó: No debí buscarte, leyó cuando ya movía el auto. Afiló la respuesta rabiosa y no midió. Ella solo quería estar con él, un par de horas, o menos, pasarlo juntos un rato, reírse, tomar un whisky, mirarse a los ojos, algunos besos, abrazos, tequiero y hasta mañana. Ahí, en las palabras escritas al calor de la estupidez tiró por la borda la relación prometedora que había creído y creado un horizonte nuevo en su vida. Ella no lo buscó más y lo borró de sus cuentas de teléfono y twitter. Una noche que pudo ser de ensueños y besos, una historia feliz, la cambió por la desolada soledad de un teclado gélido donde solo pueden escribirse palabras tristes y arrepentidas.

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