Después de un sábado lejos de redes sociales, volví a Twitter este mediodía caliente para encontrar una noticia que sólo confirma lo que muchos pensábamos: la cifra mortal por la pandemia es peor que la recetada todos los días por los gobiernos federal y estatales.
Según distintos medios y cálculos, la contabilidad ya rebasó las 320 mil personas muertas, para colocarnos al ladito de Brasil y Estados Unidos, aunque, recuerdan los cables noticiosos, con una población menor en nuestro caso.
No sé si hubo dolo o incompetencia en las autoridades del país, repito, federal y estatales. Tal vez ambas: incompetencia dolosa y dolorosa, que se agrava con la irresponsabilidad ciudadana empeñada en negar evidencias, relajada y valemadrista.
Las responsabilidades en esta enorme tragedia no son personales, quiero decir, de pocas personas concretas, aunque hay nombres y apellidos notablemente marcados ya por decisiones, omisiones y explicaciones. Los juicios se volverán más crudos cuando se despejen los brumas que siguen ocultando realidades.
Y como si los más de 320 mil muertos no laceraran, la nueva ola de contagios que ya se advierte podría enlutarnos en el camino hacia las elecciones, mientras escuchamos o leemos a candidatos que peregrinan de espaldas a esta realidad.
¿Tendremos nuevos gobernantes y representantes más honestos y competentes que los que se van o permanecen?