En algún punto de marzo perdí la noción del tiempo. Más o menos la recobré esta mañana al detenerme en el calendario. Marzo se fue y me deja una estela de momentos y sensaciones.
Fue el mes más improductivo en dos años para mi página web. Apenas una entrada cada tres días.
A cambio, tengo en el escritorio la antepenúltima versión de mi nuevo libro que tiene por título tentativo La universidad que soñamos. El fin de semana, o la próxima, estará lista la tijera para la corrección.
Escribí menos, pero leí un poco más. Anoche comencé, sin saber que era la despedida del tercer mes, Quijote, una novela delirante de Salman Rushdie, actualización del Quijote manchego, a los tiempos en que las pantallas infinitas te comen el cerebro y consumen tiempos.
Jonas Jonasson, Jorge Larossa, Gabriela Mistral, Daniel Cassany y Ambrose Bierce fueron compañía agradable durante las semanas previas. Otras esperan.
La lectura es terapia; la escritura, placer. Privilegios ambas. Ojalá abril me regale unas cuantas horas más de las que se perdieron en marzo.