La vuelta a las clases presenciales encendió un debate que crece todos los días. Anunciada para el 30 de agosto, la apertura del ciclo escolar divide sectores, opiniones, personas.
Pese a la centralidad de la educación en la vida cotidiana, para el presente y el futuro de las sociedades, es evidente la incapacidad colectiva de construir acuerdos que permitan el regreso seguro, cierto y deseable. La brecha que nos separa, se ahonda en un páramo de sinrazones.
La decisión de reanudar clases presenciales compete a todos. Cada cual tiene sus deberes.
A los padres y madres de familia les toca un papel crucial para actuar con responsabilidad y cuidarse, cuidar a sus hijos y a los otros.
Los estudiantes, niños y adolescentes, tienen que respetar las medidas recomendadas en todo el mundo.
Maestros y directores cargarán en sus hombros la enorme tarea de cuidarse, atender a sus alumnos en tres o cuatro pistas a la vez, unos en el aula, otros en pantallas, unos conectados a veces. Lo peor: sin los acompañamientos deseables.
El gobierno federal y los estatales tienen la otra gran responsabilidad pública.
Es inocultable la incapacidad en distintos órdenes de gobierno, más allá de la división que afirma el presidente de la República, entre quienes están contra él por oponerse a la vuelta a clases y quienes lo avalan.
No se puede generalizar el juicio, por supuesto. Pero la tarea gubernamental es insuficiente. El plan para el regreso a clases, con los diez puntos archisabidos que presentó la secretaria de Educación Pública, exhibe la precariedad de su desempeño. Su flaqueza los redujo a nueve. No hay tampoco un plan de rescate financiero para las escuelas, entre otros adeudos.
Cada cual deberá asumir las consecuencias de sus actos.
Faltan menos días para volver a las aulas y algunas preguntas siguen en el aire: ¿a qué escuela volverán los niños y maestros? Sí, ¿a qué aulas y en qué condiciones?, pero también ¿a qué proyecto pedagógico? ¿Cuál es el plan para recuperar aprendizajes perdidos y valorar lo que sí se aprendió?
Volveremos a estas preguntas pronto. Ojalá que para entonces, tengamos respuestas satisfactorias.