Tres días después de la conferencia y el fin del taller en Saltillo, quedé agotado. Mi cuerpo y espíritu, exhaustos, pidieron reposo para enfrentar los nuevos desafíos que me aguardan en la semana.
La conferencia en la Universidad Autónoma de Coahuila fue maravillosa experiencia. Hablar de lo ocurrido podría ser delito de fatuidad, pero no puedo dejar de mencionarlo siquiera un poquito. El resultado del largo proceso de preparación lo acogieron generosamente. Lo sentí, lo vi en el brillo de los ojos, los escucharon mis oídos, lo sintieron mis manos cuando estrecharon otras agradecidas y emocionadas.
Tantas emociones me vencieron. Hoy por la tarde, cuando me senté a mirar la tele, mi cuerpo ya no pudo recuperarse.
No, no podría dedicarme a presentar una conferencia o un nuevo curso cada semana, ni cada mes. El proceso de preparación y las emociones que pongo en cada uno son demasiadas, me absorben, me consumen. Luego, ya en cada uno, disfruto intensamente todos los minuto, cada segundo y dejo la vida en ello. No podría dejar de sentir un minuto.
En ese teatro de la Universidad he experimentado emociones muy especiales. Posiblemente como nunca. Por eso, tal vez por eso, posiblemente no quedé tan agotado antes como hoy.
Es tiempo de agachar un poco la cabeza, de bajar la guardia, de aspirar hondo y esperar el porvenir. La música, algunos videos, algunas canciones son parte de esa terapia. Eso haré este fin de semana, las horas que le quedan. Necesito insuflar nuevos bríos para los retos por venir, para seguir poniendo toda la pasión en cada instante.
Comienzo ahora. Los dejo. Viaje a Itaca será, como siempre, el comienzo, es decir, la continuación del personalísimo viaje.
Más lejos
id siempre más lejos
más lejos del presente
que ahora os encadena.