En mi pueblo, hace 40 años, no existían los cursos de verano. Con el fin del ciclo escolar el mundo cambiaba. Las lluvias coloreaban de verde los campos. Apenas a unos metros de las últimas casas crecían vigorosas las plantaciones de caña, las de elote comenzaban su titubeante erección. La zafra había terminado, así que tocaba andar por calles y el jardín sin tragar tizne o el polvo del ingenio azucarero. Las mañanas, después de desayunar, eran nuestras. Horas infinitas de juegos en casa, con amigos, fútbol en las calles; o salidas al campo, al arroyo de Santa Mariana, donde capturábamos pececillos que llevábamos a las pilas de las casas para limpiarlas. Hasta la hora de comida. Y las tardes, otras tantas horas de juegos y diversión.
No era necesario el curso de verano, ni ir a clases de nada (excepto los obligados catecismos, probablemente). Además, las madres estaban en casa, para atendernos y cuidarnos, o gritarnos cuando llegaba el momento de regresar. Las vacaciones eran eso: un descanso temporal de las actividades habituales. Y todos estábamos de acuerdo y felices. O eso recuerdo.
Con la edad la cosa mudaba: algunos empezábamos a trabajar en la siembra, el abono (a la cosecha nunca llegué) para ganarnos unos pesos y pasar mejor tardes y noches. En mi caso, por suerte, era voluntario y no obligación por necesidades.
Ahora el mundo es diferente. En mi pueblo no lo sé, pero entre nosotros los cursos de verano se volvieron parte del calendario escolar ante las actuales presiones laborales para las familias. De otra forma, pero son casi una obligación mientras los padres debemos trabajar. Y eso, en algún momento, supongo que les restará encanto.
Por supuesto, mis hijos también son habituales en los cursos de verano. Ayer tuvieron su primera sesión en el Museo Fernando del Paso, de la Universidad de Colima. Luego nos fuimos al cine y conversamos. Sí, les gustó y están contentos. Hoy regresaron felices.
Con varios amigos adultos he hablado de estos temas. Me provocan cierto escozor esas obsesiones bien intencionadas de los padres que llevan a sus hijos de un curso a otro, de una clase a otra, en verano y durante el ciclo escolar: inglés, pintura, piano, gimnasia, fútbol, tenis. No, no los envidio porque tendrán hijos súper talentosos, estrellas en las reuniones sociales, atractivos para los de su edad, o todo lo contrario. A mí me preocupa y me ocupo más que mis hijos, todos los días, tengan las horas libres que demanda su derecho a ser niños y a hacer lo que se les pegue la gana, en la cama, en la sala, en la tele. Es su tiempo. Ya vendrán las obligaciones.
Isaias bracamontes
Los cursos de verano de alguna manera mantienen el ritmo escolar pero como lo menciona, no deben sustituir las oportunidades de convivencia familiar, la cual tampoco debe ser solo en vacaciones.
arthur edwards
En mis días ni existían cursos de verano, ni la presión de tantos cursos, ni tanta tarea, ni tantos exámenes. Niños vivieron una vida despreocupada de cosas y disfrutaban ser niños. En gran parte hemos perdido la capacidad de darle a nuestros hijos una niñez.
Elke Dona-Dio
Cuando era pequeña, recuerdo que mis vacaciones de verano eran éso: vacaciones.
Disfrutaba junto con mi hermana de mojarnos en la gran pileta de la casa, ya que el calor en mi bella Colima, en verano, es muy intenso.
Días de descanso, repletos de juegos y risas. No tenía que madrugar ni dormirme temprano, pero mi reloj biológico ya estaba programado, jijijijijijij!!
Hoy, ya soy una mujer adulta; madre de dos pequeñas y no las envío a cursos de verano: mejor se los diseño yo en casa.
En este verano decidí abrir las puertas de mi taller a más niños y compartí con ellos experiencias inolvidables que van más allá de las típicas clases escolares.
Decidí transmitirles experiencias para toda su vida, ya que fue un curso dado por una niña (aunque en cuerpo grande), a otros niños.
La niña que soñó un día en convertirse en diseñadora de Moda les compartió lo hermoso que es no darse por vencido y alcanzar tus sueños.
La mujer que es hoy una diseñadora de Moda los invitó a vivir su sueño.
Hermosa reflexión!
Le mando un gran abrazo! ♥
Juan Carlos Yáñez Velazco
Hola Elke, gracias por leerme y compartirnos tu mensaje.
Saludos afectuosos