En doce horas estaré tomando el avión que me lleve a casa, con escala de algunas horas en el aeropuerto de la Ciudad de México. Las andanzas terminaron aquÃ.
Escribo desde el restaurante del Hotel Camino Real. Me gustarÃa tener una mejor vista, ver Saltillo en la noche frÃa de un viernes que se lleva el décimo mes; el ángulo de la nave no lo permite. Elijo una mesa de espaldas a la televisión, a la que puedo ver a través del reflejo en los cristales. Beisbol, miraba el solitario mesero cuando llegué. Lo saludo y me sale de lo hondo decirle: ¡nos quedamos solos ya!
Los dÃas previos a esta hora, o en las otras de alimentos, el vocerÃo alegraba. Hoy no. Extraño.
La sensación de soledad me aprieta un poco. La disfruto, pero debo elegirla yo, no ella. Hoy gana la partida.
Subo un poco la música de mis audÃfonos y enciendo la computadora. Joan Manuel Serrat y su AntologÃa desordenada me concentra. Pare, Padre, escucho en este instante. Una canción dolorosa, un grito de ternura y rabia a la vez, un himno.
Hoy no dudé en el tema. QuerÃa sacar algunas emociones, porque mañana no tengo tiempo. Mis hijos me esperan, me extrañaron tanto como yo. Mariana no para de enviarme besos cuando hablamos. Juan Carlitos eligió para estos dÃas una camisa mÃa como pijama. Y la primera noche acá me llamó y sus primeras palabras me deshicieron. Ya quiero abrazarlos, estar juntos los cuatro de nuevo. Y eso consumirá buena parte de las horas del fin de semana.
Luego de pagar esa deuda (conmigo, quede claro), tengo que preparar un curso que comienzo el 6 de noviembre. Apenas me da tiempo de hacer algo con responsabilidad. Me esperan también dos presentaciones de mi libro Nuevas figuras, otros paisajes de la educación en sendas instituciones educativos, gracias a la gentil invitación de sus autoridades. Y el 12 de noviembre debo enviar mi próximo artÃculo el periódico español Escuela. Y luego… paro o me angustiaré.
Dejo constancia en esta página de mi gratitud a los organizadores de la Red regional de tutorÃas, a mi amigo Guillermo Hernández, su presidente; a la Universidad que nos hospedó magnÃficamente: la Universidad Autónoma de Coahuila y un estupendo equipo de trabajo que nos mimó con generosidad.
Gracias a los veintitantos profesores de varias instituciones y estados que estuvieron en el taller durante seis horas; a los tantos y tantos que me escucharon en la conferencia y se acercaron para saludarme o tomarnos una foto jubilosos. En fin. GRACIAS. Me voy con la satisfacción de haber hecho mi parte, y convencido que la próxima vez debo hacerlo por lo menos un poquito mejor.
El azar me regala una canción bellÃsima, y hasta los audÃfonos vibran de emoción y erizan su piel: Plany al mar, interpretada por Silvia Pérez Cruz y Serrat.
Hoy gané el derecho de tomar una copa de vino tinto para acompañar la ensalada y decir adiós a la noche, y hasta pronto a varios de mis nuevos compañeros y compañeras.
¡Buenas noches!
Saltillo, Coahuila