En Confucio y Eduardo Galeano aprendí que las palabras han de pronunciarse si son mejores que el silencio. Lo tomo por inmejorable para la ocasión. Leí Arena y espuma, libro donde los discípulos del libanés Gibran Khalil Gibran resumen una parte de su pensamiento (la quintaesencia, se anuncia). Antes que glosarlo o repetirlo, prefiero compartirlo, y dejar mi tiempo de escritura para la relectura y el desaprendizaje, o los nuevos aprendizajes.
Recordarse es una forma de encontrarse.
El olvido es una forma de libertad.
Ignoro la verdad absoluta. Pero soy humilde ante mi ignorancia, y en ello reside mi honor y mi recompensa.
Si quieres poseer, no puedes reclamar.
El amor que no se renueva cada día, se vuelve un hábito y una esclavitud.
Cuando das la espalda al sol, no ves más que tu sombra.
La generosidad no estriba en que me des lo que necesito más que tú, sino en que me des lo que tú necesitas más que yo.
La diferencia entre el hombre más rico y el más pobre no es sino un día de hambre y una hora de sed.
El engaño tiene éxito a veces, pero siempre termina por suicidarse.
Es posible que un hombre se suicide en defensa propia.
Es extraño que todos defendamos nuestros errores con más ahínco que nuestros derechos.
El crimen es, u otro nombre de la necesidad, o bien un aspecto de la enfermedad.
El odio es una cosa muerta. ¿A quién de vosotros le gustaría ser una tumba?
Me juzgan loco porque no vendo mis días por oro.
Y yo los juzgo locos, porque piensan que mis días tienen precio.
Una raíz es una flor que desprecia la fama.
El silencio del envidioso produce demasiado ruido.
No puedes reír y ser despiadado al mismo tiempo,
Ayer vi a unos filósofos en el mercado, que llevaban sus cabezas en cestos, y gritaban: “¡Sabiduría! ¡Se vende sabiduría!.
¡Pobres filósofos! ¡Necesitan vender sus cabezas para poder alimentar sus corazones!
Debo liberar con mis hechos cada palabra que he encarcelado en la expresión.