Llegué tarde al Elche-Barça. Los esporádicos tuits sobre el partido auguraban desenlace apretado. El gol de Piqué hacia el final del primer tiempo colocaban un marcador injusto; es fútbol.
Con la enésima taza de café me instalé en la sala. Pasaban los 50 minutos. No se prolongó la tensión. La sonrisa de Neymar iluminó el camino a la victoria holgada. El brasileño es un espectáculo deportivo, pero la actitud alegre no desmerece; son complemento mortífero. Festivo, sonriente, generoso en esfuerzo y calidad: jugador potentísimo, a pesar de su estructura corporal esmirriada. Al segundo siguieron otros cuatro goles. Resultado desmedido para el esfuerzo contrario, ya menguado en cantidad, pero es fútbol.
Messi y Neymar, Neymar y Messi hicieron de los últimos 30 minutos una carnicería. Afuera, Luis Suárez, otro carnicero letal, los miraba con nostalgia, añorando los abrazos y festejar su cumpleaños con anotación. Luis Enrique, en decisión inexplicable, le negó el derecho de disputarse el regalo. Injusto, pero es fútbol.
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Fútbol y política
A Cuauhtémoc Blanco lo distinguió el genio futbolístico, inigualable en estas tierras. Longevo y profesional se resiste al retiro, y aunque fugaces, todavía regala trazos que recuerdan el pasado. La decisión de contender por la presidencia municipal de Cuernavaca, en un momento crítico para su actual equipo, es una de las decisiones más desafortunadas de su carrera como futbolista, y la peor manera de cerrar un historial largo y exitoso. Darle la espalda a su equipo en el momento en que más lo requiere, física y moralmente, parece una puñalada de otro jugador, no del extraordinario muchacho de barrio bravo que siempre puso el pecho en donde se paró, con su figura en las antípodas del futbolista modélico de ahora. Al margen del resultado de su aventura política, los seguidores del equipo donde milita tendrán razones para el reclamo, la impotencia o la tristeza. O todo a la vez.
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Fin de semana en Manzanillo. Calor soportable. Con los años sigo extrañando el clima fresco de Quesería, y sufro en la costa. Guarnecido con libro, computadora portátil, el folder con mi manuscrito por corregir, me dispongo a pasarlo bien. El viaje comenzó con alegría. Juan Carlitos cargó su guitarra y pidió ensayar versiones de rap. Asentí. El camino fue un paseo por el Multiviral de Calle 13, hasta que, solidario con Mariana, se dejó vencer por el sueño, guitarra en manos y sonrisa cruzando la cara.
Un par de horas después, ya instalados en el departamento, él sigue rapeando, o soñando en una cancha de metegol, volando como barrilete cósmico. Su gesto jubiloso y los movimientos corporales lo delatan.