Hoy desperté antes de lo habitual. A las 5:03 abrí los ojos, despejé la cabeza y tuve la certeza de que no seguiría dormido. Un leve dolor en la nuca me incomodó. Mejor levántate y siéntate a escribir, pensé.
El 10 de febrero fue mi última entrada al Diario. ¡La semana entera! No me había ocurrido, pero no es extraño. Han sido días intensos, como una montaña rusa de emociones, entre actividades extra e infraordinarias, entre las alegrías de presentar un libro nuevo y las inquietudes de conocer su destino, entre el cierre de un ciclo laboral y las estrecheces del tiempo siempre finito.
La presentación de un libro produce sentimientos con los cuales debemos ser cautos para evitar fatuidades. El martes fue una noche muy especial, entre la comunidad pedagógica universitaria, casi todos viejos conocidos, buenos amigos, respetados y pródigos en afectos. Miro adelante y las tareas no paran. Es hora de continuar.
En la semana comencé mi trabajo de campo en una escuela nueva, peculiar, en Quesería. Las primeras entrevistas con estudiantes y directoras me dejaron varias preguntas que esta mañana empezaré a indagar.
Hoy estaré en una entrevista en Radio Universo, la estación de la Universidad de Colima. Conversaremos de Elogios de lo cotidiano. Espero tener la lucidez para responder las preguntas antes de que los escuchas opten por cambiar la estación. Ya veremos.
Oficialmente es mi último día de trabajo en el Instituto. No será un día fácil ni normal. Pero no quiero convertir esta página en un paño de frustraciones. La vida sigue y los proyectos ilusionan.