Segundo amanecer en Mérida, segunda desmañada. Segunda y última jornada de trabajo en la Universidad, la UADY.
Ayer comenzó el Coloquio Institucional de Educación Media Superior y ese motivo aligera la pesadez de dormir pocas horas, con agenda recargada de tareas varias. Estar aquí, como en otras ciudades donde tengo la fortuna de ser invitado, es un privilegio; por la belleza de la ciudad, la hospitalidad universitaria y el encuentro con buenos amigos o el descubrimiento de nuevos colegas a los cuales aprenderles.
Entre la preparación de mis compromisos aquí, tiempo para comer rico y pasear en las calles maravillosas del centro o entre los paradisiacos jardines de una antigua hacienda, he podido dedicarme a terminar la escritura y revisión de un nuevo libro, repaso de mi vida en el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.
En las dos noches previas y sus madrugadas pude completar la versión que ya envié puntual a la editorial como acordamos. Sueño con tenerlo pronto en la pantalla para comenzar las revisiones de lo que será un libro electrónico, y más aún, con poderlo compartir con colegas y amigos interesado en conocerlo. No escribí la historia del Instituto, no es mi oficio, solo la mía ahí, cómo la viví.
Por estas cosas que dejé en los párrafos previos es un privilegio feliz despertar al nuevo día en una ciudad así, y lanzarse a la regadera antes de que se haga tarde y empiece mal el taller en la Universidad.
¡Buenos días!