Me gustaría escribir una página cada día para este Diario. A veces no me alcanza el tiempo; la mayor parte, las ideas escasean, o el ánimo para sentarse con relativa comodidad e invertir media hora. Hoy es fecha excepcional: escribiré dos páginas; pequeña la primera, más todavía la segunda. Pero no quiero dejar pasar la ocasión de compartir la alegría de lo vivido esta tarde en la Facultad, con el examen profesional de Karla Morfín y María Luisa Ávalos, tituladas como licenciadas en pedagogía con mención honorífica, por su desempeño como estudiantes, su tesis y la exposición.
En un espacio inapropiado para un examen de esta naturaleza, nos reunimos las sustentantes (dice así el acta formal), los sinodales, algunos familiares y un grupo de estudiantes de la carrera. Fuimos testigos de su capacidad verbal, dominio del tema, seguridad y capacidad de respuesta, renglones todos donde pasaron con niveles superiores a lo ordinario.
Más importante: fuimos testigos de las emociones, de la alegría y el orgullo por haber llegado a una meta en su vida profesional y personal. Eso, en tiempos de banalizaciones, mentiras y violencia es un bien inestimable, un preciado ejemplo de muchas ideas vitales, entre otras, que el futuro siempre será la cosecha del presente, y nuestros logros, fruto del esfuerzo y dedicación. En tiempos así, insisto, es casi todo lo que una universidad debe provocar en sus estudiantes.